Del tronco sale la rama.
Era una yegua pía,
que sin ánimos ya para dar coces,
a un hijo que tenía,
así le reprendía,
si no con éstas, con iguales voces:
-No des coces ¡impío!
Maldita sea tu costumbre ingrata:
cual yo modera el brío;
ten presente, hijo mío,
que es mala educación sacar la pata.-
Al decir -bien- el hijo,
la saludó con singular donaire,
de puro regocijo
después de lo que dijo,
miles de coces disparando al aire.
Y en ocasión tan calva,
si los hallase en parte más contigua,
presumo que en la salva
al lucero del alba
y a la madre, de un par me los santigua.
-¿De quién aprendería-,
siguió la yegua, -inclinación tan basta?
La zorra que la oía:
-De nadie, -le decía,
-créalo usted, vecina; ésa es la casta.-
“El potro y la yegua”